viernes, 29 de agosto de 2014

Señales al hombre futuro - Pablo de Rokha

            



      Sin embargo, es mi ausencia quien inventa las sabandijas y las telarañas del siglo.
       Jamás.
     Palanca de aluminio, galope de máquina en trances fatales, geografía de lo inaudito y lo estupendo, gran figura, horizonte de navío cosmopolita, he ahí, yo arrojo la llamada aclaratoria e inactual, el golpe de bronce alucinado, la campanada-llamarada encima de los cinco ladridos de la tierra: América, Europa, Asia, África y Oceanía.

      Ay! Ay!Ay! ...

      Domino todos los triángulos de la soledad clamorosa, las arañas, los presentimientos, las tinajas de la sombra, la última luz del luto, hasta los gallos caídos.
      Venía mi voz andando por la nada y se enredó mi voz en mi voz. Por eso soy eco de mi tristeza. No obstante, hay tanta altura de comba de cielo o de vientre de madre salvaje, todavía, en mi gran lazada al Infinito. Cosecha de aventurero, guiso mi guiso de palomas.

      Agua de hierro teñida de azules incontestables, Dios atrabiliario.

      Toda la joroba del Continente se me cuelga de las palabras, semejante a una inmensa costumbre de lluvias. Levanto, oh! levanto mi plumero de cigarras y hago montañas de libertad. O bien, agarro la esquina de mi esqueleto de amatista y rompo el saco de los vinos cornudos y obligatorios, como la muerte la bola del mundo. Como murciélagos, como metáforas y escupo filosofía. Y remezco con gritos las estrellas y los campanarios, y derrumbo con gestos las naciones y las verdades adoquinadas. Ferretería de cúpula, geometría de pólvora, cementerio con peumos chilenos, letrerito de sepultura en despoblado, y también la casa vacía y los países y las guitarras y los parientes.

      Sí.
      ¿O ando jugando con esmeraldas y con elegías de acuario a interpretar los signos cósmicos, los proyectos oceánicos, la peluda hipocondría en atardecido?...

      No.
      La seriedad me incluye entre las piedras y las tumbas del calendario, niña.
      Arquitectura de silencio, poderosa lo mismo que la mujer preñada, mano de madera invulnerable, cruz del tiempo, cruz del verso sin naturaleza, y, además, sangre con tierra, noche con tierra y alarido; amontonado de lagares y de panales; panteón de razas y de cantos, laboratorio de cipreses indiscutibles con negros pájaros muertos y aulladores.
      Situación de animal volcado, de torre inclinada pero absoluta, así.
      Voy creciendo, oh! amigos inadaptados, a la manera de las nieblas honestas y los aeroplanos en la memoria. ¡Anchura de la vida quebrada en vértice! O como embudo que se llenase de sonoridades amarillas y tiempos violetas y enloquecidos.
      Y empuño la fatalidad como una gran bandera despedazada.

                                                                                                                        Pablo de Rokha.

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