miércoles, 19 de agosto de 2015

Ensō: Símbolo sagrado en el budismo Zen




Ensō () es una palabra japonesa que significa círculo y que está fuertemente relacionada con el zen.

Se trata de uno de los temas más típicos de la caligrafía japonesa, a pesar de que el círculo es un símbolo y no un carácter.

Simboliza la iluminación, la fuerza, la elegancia, el universo y el vacío (mu), así como la propia estética japonesa. Como expresión del momento, se suele considerar una forma de minimalismo.

En la pintura del budismo zen, el ensō simboliza un momento en que la mente es libre para simplemente dejar que el cuerpo o espíritu se ponga a crear. La forma se suele plasmar en seda o papel de arroz con un solo trazo (aunque en ocasiones el gran Bankei Yōtaku invertía dos trazos) y no hay posibilidad de modificación. Así, la obra muestra el movimiento expresivo del espíritu en un tiempo dado. Los budistas zen «creen que el carácter del artista está totalmente expuesto en su manera de realizar un ensō. Sólo una persona que es mental y espiritualmente completa puede plasmar un auténtico ensō. Algunos artistas practicarán dibujando un ensō cada día a modo de ejercicio espiritual».1

Algunos artistas pintan el ensō con una abertura en el círculo, mientras que otros completan el círculo. Para los primeros, la abertura puede simbolizar distintas ideas, por ejemplo, que el ensō no es una figura separada, sino que es parte de algo más grande, o que la imperfección es un aspecto esencial e inherente de la existencia (como ocurre también en la idea de simetría rota). El principio de controlar el equilibrio en la composición a través de la asimetría y la irregularidad es un aspecto importante en la estética japonesa: fukinsei (不均斉), la negación de lo perfecto.


El ensō también es un símbolo sagrado en el budismo zen, y a menudo lo emplean los maestros zen a modo de firma en sus obras de tipo religioso. Un tema relacionado con la filosofía que encierra esta idea es Hitsuzendō, el camino del pincel, o caligrafía zen.

Fuente: Wikipedia

jueves, 6 de agosto de 2015

Francisco Coloane




Francisco Coloane - Fotografía de Daniel Mordzinski



Recuerdo que siempre lo leí con muchísimo interés, viviendo cada relato con el corazón apretado y con creciente atención. Sus libros llenaron de vivencias mis horas estudiantiles.  En los años 60,  siendo alumna de enseñanza básica, tuve la oportunidad de saludarlo en el antiguo aeropuerto de Cerrillos, deslumbrada y tímida, sólo pude expresarle que lo admiraba, pero no pude contarle con detalles cómo sus relatos habían calado hondo en mi corazón.

Luisa García-Hernández.



Considerado uno de los más importantes narradores nacionales, Francisco Coloane nació en el sureño pueblo de Quemchi, Chiloé, el 19 de julio de 1910. Hijo de un capitán de barcos balleneros y de una pequeña propietaria agrícola, Francisco Coloane cursó sus primeros estudios en las escuelas locales de Quemchi, para luego ingresar al Seminario de Ancud, donde realizó estudios equivalentes al segundo año de educación media.
Aun antes de terminar sus estudios, comenzó a trabajar como secretario, al tiempo que publicaba sus primeros relatos en revistas y diarios de la región. Más tarde, en 1929, fue contratado como aprendiz de capataz en una estancia ganadera de Tierra del Fuego, experiencia que dió tema a gran parte de su obra, y que se sumó a las labores que desarrolló como escribiente de la Armada de Chile y miembro de las expediciones petrolíferas realizadas en la provincia de Magallanes.
Integrante de la Generación Literaria de 1938 y poseedor de una prosa potente, Coloane manifiesta en sus textos la lucha continua del hombre y su entorno, siempre situado en las regiones inhóspitas del sur chileno o en las soledades de alta mar, como se ve en dos de sus libros más reconocidos, Cabo de Hornos (1941) y El último grumete de La Baquedano (1941). Estos tópicos se manifiestan también en sus volúmenes de cuentos, como Golfo de Penas (1945) y El chilote Otey y otros relatos (1971), y en sus incursiones en la dramaturgia, como La Tierra del Fuego se apaga (1945).
Su obra ha sido objeto de múltiples comentarios y artículos de prensa; y él, llamado por la crítica europea como "Jack London de Sudamérica", a raíz de las cercanías temáticas que mantiene con el escritor norteamericano, en especial en lo que se refiere al retrato del hombre frente a una naturaleza aún indómita e inexplorada, principal fuente de inspiración de ambos autores.
Francisco Coloane realizó también una prolífica tarea como periodista y redactor de diversos medios de prensa, escribiendo numerosos artículos y notas para medios como La Crónica, El Siglo y la revista Zig-Zag, de la cual fue redactor político. Tampoco resulta menor su actuación gremial, que lo llevó a la presidencia de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) y a una continua participación tanto en esta asociación como en el Colegio de Periodistas, del cual fue miembro.
Ganador del Premio de la Sociedad de Escritores en 1957, y del Premio Nacional de Literatura en 1964, Francisco Coloane es sin lugar a dudas uno de los escritores chilenos de mayor relevancia, tanto en el país como en el extranjero, lo que se ha visto ratificado en el reciente éxito de sus obras en Europa, así como en la reedición de algunos de sus textos en Chile, como El guanaco blanco.

Francisco Coloane falleció en Santiago el 5 de agosto de 2002, a los 92 años de edad.

Fuente: www.memoriachilena.cl/602/w3-article-632.html