sábado, 20 de diciembre de 2014

Poemas de Dante Cuadra

Veintinueve

Me bebí toda el agua mineral
me tomé todos tus cafés
me tomé todos los míos
sin embargo
definitivamente
lo que me complicó el hígado
fue
el silencio de la tarde


Tenacidad

Esta pequeñita y diaria muerte mía
que no es causal de divorcio
de despido
ni de hacer cama
ni nada
lame mis huesos
sin ningún consentimiento
que no sea el propio

Deliciosamente pulcra
como bailarina
me restituye cada día a lo que soy
y así como porfiadamente vivo
también obstinada y largamente muero


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Por viaje prolongado vendo
mueble grande    con casa
ventanas interiores gastadas
un espejo en el suelo
un cuadro desolado
dos lluvias en el patio
              vacío de aire
una mata de cardenales
un anciano
y cuatro fantasmas inofensivos
Cualquier acuerdo es bueno



Dante Cuadra, Del libro "Zurdo puertas afuera" - Editorial Universitaria.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Palacio de La Alhambra en Santiago de Chile - breve historia

Palacio de La Alhambra. El sueño de un minero.


En Compañía entre Teatinos y Amunátegui, aún está en pie este capricho arquitectónico del siglo pasado, que trata de emular al famosísimo palacio y fuerte granadino. Abigarrada al máximo, la edificación fue uno de los primeros exabruptos urbanos del viejo Santiago, colonial, sobrio y achaparrado.

Fachada del Palacio de La Alhambra


Imitaciones arquitectónicas de Europa ha habido varias en Santiago, y de variado calibre. La iglesia de los Sacramentinos -en Arturo Prat- es una réplica en cemento del Sacre Coeur parisino. No deja de ser una alegría divisarla iluminada por las noches, desde cualquier punto remoto. En la esquina de Alameda y Estado estuvo el Palacio Undurraga, de un gótico narrativo y tenebroso. Fue hecho a semejanza del City Hall de Munich. La inconsciencia nacional lo echó abajo a mediados de los años 70 y puso en su lugar un edificio borroso y dome.

La Alhambra, en la calle Compañía, es por cierto un duplicado a escala del célebre palacio morisco de Granada. Lo hizo construir en 1863 el opulento minero Francisco Ignacio Ossa y tuvo el ánimo de vivir durante dos años en sus musulmanas atmósferas. La mansión fue inaugurada con un baile-monstruo, de disfraces, en el que estuvo medio Santiago y donde se vio a Diego Barros Arana ataviado como  miembro del Directorio.

La idea de levantar un palacete oriental es muy de la imaginación de mineros, infestada de romanticismo. Puertas de cedro, columnatas, capiteles y una jerigonza de arabescos en el cielo raso con leyendas de Alá y poemas arábigos dan la tónica de la casa de Ossa. Es difícil hacerse una idea de cómo habrá sido -fuera de las fiestas- la vida de los hombres más ricos del pasado siglo, dueño de la historiada hacienda de Bucalemu y brazo derecho de José Manuel Balmaceda. Vicuña hizo algunos arreglos en La Alhambra y empedró la entrada a la casa con las tabas de los corderos de su hacienda.

Es fácil entender que la revolución del 91 fue para Vicuña un episodio negro. Su ornamentada residencia  fue un festín para los saqueadores  carboneados por elementos de la facción triunfante. Cuadros, estatuas y mobiliario fueron arrojados  a la calle por las hordas armadas de machetes, sedientas de venganza. Libros y cortinajes animaron improvisadas hogueras y no faltaron quienes quisieron extender  el fuego a la casa de una buena vez.

Fuente de los leones


Después Vicuña partió al exilio y el palacete fue ocupado para cuartel de caballería. Dicen que la fuente de  los leones del segundo patio fue destinada a "olla grande" para la sopa de la soldadesca o a abrevadero de caballos.  Hondamente afectado, Vicuña no quiso saber más y en cuanto le fue restituido transfirió el palacio a Julio Garrido Falcón, quien vivió en La Alhambra durante treinta años. Conocedor de la manía demoledora de los santiaguinos, Garrido legó la propiedad en 1940 a la Sociedad Nacional de Bellas Artes, con la condición de hacerse cargo de la integridad del edificio. Durante años estuvo a la cabeza de esta entidad "el irreductible" Pedro Reszka, pintor que "siempre apuntaba sus fuegos contra las audacias iconoclastas  de la juventud".

Alguna vez, el incendio de varias propiedades vecinas estuvo a punto de dejarnos sin Alhambra para siempre. La mansión escapó con algunos daños producto del fuego y del agua, pero la pérdida en obras de arte fue significativa. La tarde del incendio podía verse a Reszka llorando sobre los escombros. No sólo los bomberos lucharon contra las llamas voraces, sino además los artistas. Al final,  en medio de los restos humeantes, el pintor José Caracci decidió levantar el ánimo de sus pares y sacó su libreto de cheques, dando el vamos a una suscripción solidaria con un aporte de cien mil pesos.


Tomado del libro "Santiago de memoria" de Roberto Merino.  Primera Edición de septiembre de 1997.  Editorial Planeta.


Nota: El Palacio de La Alhambra fue declarado Monumento Nacional en 1973 durante el gobierno de Salvador Allende quien sentía gran admiración por él.