viernes, 24 de septiembre de 2010

UNA PALABRA - POEMA DE GABRIELA MISTRAL

Enlaza con el artículo anterior....

UNA PALABRA

(Gabriela Mistral, Chile-1889 - New York 1957)

Yo tengo una palabra en la garganta
y no la suelto, y no me libro de ella
aunque me empuja su empellón de sangre.
Si la soltase, quema el pasto vivo,
sangra al cordero, hace caer al pájaro.
Tengo que desprenderla de mi lengua,
hallar un agujero de castores
o sepultarla con cal y mortero
porque no guarde como el alma el vuelo.

No quiero dar señales de que vivo
mientras que por mi sangre vaya y venga
y suba y baje por mi loco aliento.
Aunque mi padre Job la dijo, ardiendo,
no quiero darle, no, mi pobre boca
porque no ruede y la hallen las mujeres
que van al río, y se enrede a sus trenzas
o al pobre matorral tuerza y abrase.

Yo quiero echarle violentas semillas
que en una noche la cubran y ahoguen,
sin dejar de ella el cisco de una sílaba.
O rompérmela así, como la víbora
que por mitad se parte entre los dientes.

Y volver a mi casa, entrar, dormirme,
cortada de ella, rebanada de ella,
y despertar después de dos mil días
recién nacida de sueño y olvido.

¡Sin saber ¡ay! que tuve una palabra
de yodo y piedra-alumbre entre los labios
ni poder acordarme de una noche,
de la morada en país extranjero,
de la celada y el rayo a la puerta
y de mi carne marchando sin su alma!

miércoles, 8 de septiembre de 2010

GABRIELA MISTRAL - ¿Un grito en la oscuridad?


Me llamó mucho la atención este artículo de Oscar Hahn, publicado en Blogs de El Mercurio el 29 de agosto recién pasado. La teoría desarrollada es  interesante. Quienes han estudiado a nuestra Gabriela Mistral, quienes han hurgado en su biografía tantas veces, sabrán que sus poemas hilan uno a uno gran parte de su vida y  sus estados. Con ese vocabulario llano pero hermético a la vez, fue desahogando sus recelos, escrúpulos, sueños y frustraciones.  Hanh refiere: "Un texto poético no es ni un documento científico ni un parte policial; sin embargo, hay aquí una red de significados demasiado precisa como para que sea un simple entramado de metáforas literarias, sin ninguna relación con la biografía de la autora. "

Para interpretarla, o mejor dicho, para  bien leerla, debemos hilar fino, ver bajo el agua, tantear en la oscuridad,  auscultar entre líneas, interpretar los silencios más que los renglones. Es lo que ha hecho Oscar Hahn en este paseo por los  intersticios del poema "Una Palabra".

Luisa García

"Confieso que la primera vez que leí el poema “Una palabra”, de Gabriela Mistral, no me detuve a reflexionar sobre determinados aspectos, que en una relectura reciente me han parecido perturbadores. Dice Gabriela: “Yo tengo una palabra en la garganta/ y no la suelto y no me libro de ella/ aunque me empuje su empellón de sangre”. De ahí en adelante habla del terrible poder de esa palabra, que ni siquiera se atreve a pronunciar. Todo lo que quiere es borrarla de su vida “y despertar después de dos mil días/ recién nacida de sueño y olvido”.

Aunque nunca está claro a qué palabra exacta se refiere, hay unos versos que pueden orientar al lector.

Afirma Gabriela que “mi padre Job la dijo”. Recordemos que en el Libro de Job, después de que este hombre “recto e intachable” padece una serie de desgracias e infortunios, sin que haya hecho nada para merecerlos, estalla en una retahíla de lamentaciones. Job llega a maldecir el día en que fue dado a luz y desea haber nacido muerto. Y aunque su mujer lo insta a renegar de Dios, nunca llega a hacerlo. Hasta cierto punto, la reacción de Gabriela es semejante. A lo largo del poema, y a pesar de su desazón, ella se resiste a caer en la blasfemia. Pero, ¿qué es lo que la empuja a considerar esa posibilidad? ¿Qué cosa tan grave le ha ocurrido para que se sienta abandonada por Dios y haya estado a un paso de maldecirlo?

Curiosamente, fue después de leer, no el original en español, sino la traducción al inglés de Doris Dana, su compañera de tantos años, que empecé a vislumbrar lo que podía haber detrás de esa palabra tabú. La clave estaba en el siguiente verso: “de la celada y el rayo a la puerta”. Sólo me percaté del peso del término “celada” cuando lo leí en inglés: ambush, y lo traduje mentalmente como “emboscada”. “Celada” me resultó casi un eufemismo en comparación con las fuertes connotaciones de “emboscada”. A partir de ahí, toda la estrofa me reveló lo que antes no había percibido. Al parecer, esa palabra que le quema los labios está relacionada con una situación límite que le tocó vivir. Dice que no quiere acordarse “de una noche,/ de una morada en país extranjero,/ de la celada y el rayo a la puerta/ y de mi carne marchando sin su alma ”. La suma de “noche”, “celada” y “rayo a la puerta” dejan la impresión de un ataque nocturno realizado por alguien que irrumpe en su habitación.

¿Y qué dice el diccionario sobre la palabra “celada”? Lo siguiente: “Medio hábil y engañoso por el que se coloca a alguien en una situación difícil o se la obliga a hacer, decir o aceptar algo que no quería”.

Es indudable que Gabriela Mistral está aludiendo a alguna forma de violencia; a un acto consumado por la fuerza: “el rayo a la puerta”. ¿Y qué es lo que le queda después de esa experiencia traumática?: “Mi carne marchando sin su alma”. Resulta pertinente preguntarse si Gabriela no estará ofreciendo los datos básicos para descifrar un mensaje que nunca se atrevió a formular de manera explícita. Nótese, además, que en la frase “mi carne marchando sin su alma”, ella no dice “cuerpo”, sino “carne”, vocablo que tiene un vínculo mucho más estrecho con el tema de la sexualidad. Agréguese a lo anterior que, mediante una especie de transferencia psicológica, en la primera estrofa habla de “un empellón de sangre”. Recurramos de nuevo al diccionario. Empellón: “empujón fuerte que se da con el cuerpo”.

Un texto poético no es ni un documento científico ni un parte policial; sin embargo, hay aquí una red de significados demasiado precisa como para que sea un simple entramado de metáforas literarias, sin ninguna relación con la biografía de la autora. Entre paréntesis, lo anterior no tiene nada que ver con el supuesto abuso infantil que habría sufrido la niña Lucila Godoy. Esto se refiere a la Gabriela Mistral adulta; a un episodio que ella habría vivido mientras se encontraba “en país extranjero”. ¿Dónde, cuándo, con quién? Los especialistas tienen la palabra.


Blogs de El Mercurio – 29 de agosto de 2010

jueves, 2 de septiembre de 2010

ISABEL ALLENDE gana el Premio Nacional de Literatura


SANTIAGO.- En una determinación rodeada de controversias, esta mañana se concedió a la escritora Isabel Allende el Premio Nacional de Literatura, confirmando el favoritismo que la autora de "La casa de los espíritus" tenía para llevarse el máximo galardón de las letras nacionales.


Diversos dirigentes políticos, incluyendo a los ex mandatarios Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Michelle Bachelet y Ricardo Lagos, fueron parte del grupo que hizo campaña para que Allende obtuviera el trofeo, que en su más reciente edición había recaído en manos de Efraín Barquero (2008).

La polémica surgió de los grupos "más duros" de la literatura nacional, que había criticado el favoritismo de Allende para llevarse el premio al tratarla de una escritora dedicada a los éxitos comerciales, que ha llegado a vender más de 50 millones de ejemplares de sus novelas, traducidas a 27 idiomas.

Allende, de 68 años (1942), se convierte así en la cuarta mujer que obtiene el premio entregado de forma bianual, siguiendo los pasos de Gabriela Mistral (1951), Marta Brunet (1961) y Marcela Paz (1982).

Algunas de las obras emblemáticas de la autora afincada en Estados Unidos son "La casa de los espíritus" (1982), "Eva Luna" (1987), "Paula" (1994), "Hija de la fortuna" (1999) y "Retrato en sepia" (2000).

Otros nombres que circulaban como principales contendores de Allende para llevarse el premio, eran Antonio Skármeta, Poli Délano, Fernando Emmerich, Jorge Guzmán, Enrique Lafourcade, Francisco Rivas, Germán Marín, Diamela Eltit y Hernán Rivera Letelier, entre otros.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

PREMIO NACIONAL DE LITERATURA - La hoguera literaria está que arde


por Vivian Lavin

La polémica en torno al Premio Nacional de Literatura 2010 está candente. Un jurado cuestionado por su idoneidad, candidatos que sin pudor dicen merecerlo y cambios heredados de la dictadura a una antigua ley, encienden las iras. La hoguera de las vanidades literarias está al rojo.

Como ya es habitual, cada dos años en esta fecha, las plumas empiezan a volar no tanto por la altura y profundidad de los escritos de nuestros narradores, dramaturgos, cronistas, ensayistas y poetas como por la tensión y polémica que invade a la escena literaria chilena con ocasión del Premio Nacional del Literatura.

La disputa ya está instalada y las candidaturas han aceitado sus máquinas y con ellas todo el andamiaje publicitario, político, marketero y periodístico en torno a los escritores que disputan el codiciado galardón que premia a las letras nacionales.

Los reclamos, sin embargo, este año han superado la contienda misma para instalarse en el seno del jurado. Como nunca antes, el actual ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke, ha levantado la voz con fuerza para reclamar su derecho a estar sentado entre quienes deciden el Premio Nacional de Literatura, un coto que reclama como propio, cuando bajo el Consejo que preside, se ubica el Consejo del Libro y de Fomento de la Lectura. El secretario de Estado ve con celos a su par de Educación que se ha venido sentando con todo relajo entre los miembros del jurado desde el año 1974 cuando por decreto militar se hicieron una serie de cambios que hoy son cuestionados a diestra y siniestra.

Para ello es necesario recordar que el nacimiento de este Premio se remonta al años 1942, cuando bajo la administración del radical Juan Antonio Ríos y por iniciativa de la Sociedad de Escritores de Chile que veía con impotencia el desamparo y pobreza en la que quedaban muchos escritores que habían dado su vida a la literatura, promueven la creación de un reconocimiento anual, rito que se mantiene hasta 1973 cuando, con ocasión del Golpe Militar no se entrega galardón alguno.

Al año siguiente, la debutante Junta de Gobierno empezó a dar señales de que venía a quedarse para rato, cambiando la composición del jurado, la periodicidad y el procedimiento de elección a través de candidaturas. A pesar de otros cambios introducidos por los gobiernos democráticos, ninguno de ellos logró despejar la inquietud y malestar que aún suscita la concesión de este Premio.

Además de las quejas del actual ministro de Cultura, se suman este año las de la Sociedad de Escritores de Chile que ha levantado la voz sobre ciertos aspectos, como son la restitución de la anualidad del premio y la reincorporación de escritores, además del ganador anterior, en la composición del jurado. “Lamentablemente, el Premio empieza a ser una disputa encarnizada y esto parte en el gran error que fue quitarle la anualidad. Además, creemos que se recupere la incorporación de un escritor que nos represente, como también se designe a un escritor que represente a las regiones”, explica el presidente de la entidad gremial, Reynaldo Lacámara.

Tacañería estatal

La tacañería del Estado de Chile, primero, y de la sociedad, en general, después, es una cuestión de la que no se hace mayor autocrítica. Pero basta observar a otros países para darse cuenta que aquí los premios, además de escasos, consisten por lo general, en la clásica medalla y un entusiasta abrazo.

El Nacional es, en solitario, además de ser el más importante de las letras chilenas, el premio más cuantioso que implica una verdadera jubilación consistente en una suma indivisible que supera los 13 millones de pesos y una pensión vitalicia de 20 Unidades Tributarias Mensuales. Otra buena razón para disputarlo en un país donde los escritores que viven de los derechos de autor se cuentan con los dedos de una mano.

La escritora Carolina Rivas estuvo estrechamente ligada a la organización de los Premios Nacionales, entre ellos, el de Literatura, como asesora en materias culturales del Gabinete del Ministro de Educación durante casi una década, y refuta el cuestionamiento sobre la idoneidad del jurado. “Se suele decir el jurado no es conocedor del tema, pero yo he tenido el privilegio de observar año a año y constatar que son personas mucho más preparadas de lo que se cuenta”.

Y, ¿qué dice la academia al respecto? “Creo que se requiere de un jurado independiente, como lo hay para otros premios en nuestro país. Como es el caso del Premio José Donoso que entrega la Universidad de Talca. La garantía está en la autonomía e independencia porque lo que importa es el procedimiento”, señala Alicia Salomone, directora del Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Cuestión que confirma la académica del mismo departamento, Ana María Baeza: “En los últimos años, el Premio Nacional ha demostrado tener una marcada tendencia política institucional”.

Pero no sólo eso. Uno de los puntos más importantes sobre los cuales no se hace mayor mención a la hora de discutir el tema, es que la ley que concede el Premio Nacional de Literatura no cuenta con un reglamento, cuestión básica a la hora de implementarla y de seguro uno de los motivos que llevan a que existan tantas interpretaciones al respecto. “La ley requiere con urgencia una actualización de modo que hayan más representantes y menos actuantes. La falta de reglamento es una cuestión urgente”, dice Carolina Rivas sobre esta grave falencia.

¿Qué se premia cuándo se premia? Nos preguntamos parafraseando al gran poeta y también Premio Nacional Gonzalo Rojas. El espíritu original de la Ley dice que se concede “por una vida entera entregada al ejercicio de las letras”, lo que según la Sociedad de Escritores de Chile se habría cumplido en general al observar la lista de los galardonados. Sin embargo, al entrar en la casuística podemos observar que gigantes de la literatura murieron sin ser reconocidos. Es el caso de Violeta Parra, María Luisa Bombal, Vicente Huidobro, Enrique Lihn, Jorge Teillier o Roberto Bolaño. Peor aún, durante la dictadura se premió a figuras como Enrique Campos Menéndez, quien será siempre recordado como el asesor cultural de la Junta Militar que se las agenció primero para dárselo a su colega de la Academia de la Lengua, el filólogo Rodolfo Oroz, para luego recibirlo él mismo.


Candidaturas en la yegua

En el Chile del siglo XXI, además de las presiones políticas que se han hecho habituales a partir de entonces, se han sumado nuevos ingredientes, como el hecho de los candidatos tengan una diversa repercusión internacional, haciéndolos parecer como que la batalla fuera entre David y Goliat.

La irrupción de Isabel Allende, quien por años se negó siquiera a que la postulasen, hoy reclama su derecho a ganarlo. Lo mismo que Antonio Skármeta, mientras una paciente Isidora Aguirre, ya empinada sobre sus 91 años sigue vigente como la dramaturga cuya obra ha sido la más representada en la historia del teatro chileno: La Pérgola de la Flores, lo que ha pasado inadvertido para sucesivos jurados. En silencio, quedan un Francisco Rivas o un Jorge Guzmán.

La figura de la escritora Diamela Eltit, reciente ganadora del Premio José Donoso que entrega la Universidad de Talca y favorita de los lectores muy iniciados, vino a remover más las aguas, cuando se negaba a presentar candidatura. A pesar de ello, se sabe que su nombre ya es premiable, en cuanto uno de los jurados la habría incluido en la reunión previa que tuvieron hace unas semanas.

Entonces, se pensó que Raúl Zurita se inhabilitaría pero no lo hizo. Una cuestión que podría decidir la elección de este jueves cuando Zurita ha sido cuestionado por haber expresado otrora y de manera pública su animadversión por el también candidato Enrique Lafourcade, y en tanto, su favorable juicio hacia Diamela, su ex mujer y compañera en el mítico CADA.

La candidatura de Isabel Allende no sólo pesa por su apabullante cifra de venta sino además, porque su carpeta incluye cartas de apoyo de tres Presidentes de la Concertación, de los que no entiende porqué no le dieron ellos mismos el premio cuando tuvieron la oportunidad. Pero no sólo eso. Isabel cuenta también con el apoyo de Sebastián Piñera, quien la habría invitado sospechosamente a Chile esta semana. Isabel no pudo aceptar por compromisos previos, pero aseguró visita para dentro de un mes.

Pero la gota que rebasa el vaso, es lo de la modalidad de las candidaturas que, si bien fue impuesto por el régimen militar, luego fue derogado durante el gobierno de Ricardo Lagos. A pesar de ello, se mantiene como procedimiento el que los escritores o quien sea, presente los antecedentes de los postulantes, a pesar de que el jurado se puede pronunciar por otra persona. Esta es otra de las modificaciones que postula la Sociedad de Escritores de Chile ya que como dice su presidente, es “una práctica indigna”.

Los mismos escritores lo consideran una humillación tener que estar juntando firmas y hacer valer su opción a los ojos del jurado con gruesas carpetas que avalen el trabajo de toda una vida. Una práctica que lleva a escenas que rayan en la grosería y de las cuales Carolina Rivas fue testigo como asesora del Ministerio de Educación por tantos años. “En ninguna parte de la ley dice que hayan candidaturas, pero estas se fueron construyendo a través de los años. Y se han ido sofisticando a tal punto que parecen verdaderas empresas detrás de esto. Yo misma vi cómo hubo postulaciones que llegaron en las conocidas yeguas, una suerte de carretilla, con las cajas de papeles y libros que llevaban al sonrojo. Hay cosas que debieran reglamentarse”, insiste.

Como sea, el Premio Nacional de Literatura 2010 será dirimido este jueves y aunque pareciera que la cuestión estuviera ya zanjada, en la historia del Premio han habido muchas sorpresas.


Fuente:  http://radio.uchile.cl/noticias/80747/