lunes, 19 de octubre de 2015

Teresa Wilms Montt - Crónica de un desenlace anunciado

Teresa Wilms Montt


Nada tengo, nada dejo, nada pido.
Desnuda como nací me voy,
tan ignorante de lo que en el mundo había.


Teresa Wilms Montt (1893-1921)


Entrar en su mundo, el mundo de su obra y vida, es incuestionablemente el mismo. Un mundo que le fue adverso desde siempre, desde antes, como diría ella, cuando en su infancia, con particular sensibilidad, teniéndolo todo, no tenía nada, carecía hasta de lo más anhelado, a toda edad, pero especialmente en la infancia, el cariño de sus padres. Es una niña solitaria e infeliz, que irremediablemente tendría efectos en su vida futura.

María Teresa de las Mercedes – Teresa Wilms Montt - nació en Viña del Mar, el 8 de septiembre de 1893. Murió en un Hospital de Paris el 24 de diciembre de 1921, la causa, sobredosis de somníferos y tranquilizantes. Tenía 28 años. Hija de Federico Guillermo Wilms y Brieba, de origen alemán, magnate de buques y de Luz Montt y Montt, de familia aristocrática y extraordinaria belleza. La vida de Teresa transcurría entre el lujo y la opulencia. En esa estructura familiar- social, fue educada por institutrices de origen europeo ( escandinavas, francesas e inglesas) severas en su trato y profesores privados. Una de ellas, antigua actriz francesa, le influyó considerablemente, en el amor por el bell canto y el arte histriónico. De esta instrucción se colige, su hablar con fluidez varios idiomas.

Teresa, la segunda de 7 hermanas, fue la predilecta de su padre, que la llamaba Tereso, en ausencia del hijo varón que no tuvo. Pero ni esa predilección permitió siquiera entender el alma de una hija que desde niña se mostró deseosa e interesada en leer, estudiar y ya en su adolescencia, con mucho más rebeldía, cuestionar el boato y las normas rígidas que se imponían y su evidente desprecio por las reglas convencionales. En sus ansias por saber, ante la prohibición explícita de sus progenitores, sacaba a hurtadillas los libros para leerlos de noche, en la seguridad de su habitación.

En su Diario I, redactado en Francés - “Iniciación”- su primer diario de vida, cronológicamente, plasma todos los aspectos de su niñez y adolescencia. En él, describe el universo de su hábitat y su observación del mundo de los adultos. El análisis que hace de sus progenitores e instructoras, trasunta certeramente esa observación y su enorme capacidad e inteligencia. Teresa no conoce las ternuras, su madre es rígida; sus miradas insaciables de caricias, “se deslizan en la fisonomía materna, como la luz en una estatua”. El padre, ingenuo y noble, sonríe con bondad, “pareciendo dejar siempre en su ternura huellas de nieve”. “Demasiado absorto en las preocupaciones de la vida material, no percibe con qué angustia presenta su hija, sus mejillas a sus besos”.
La fría indiferencia que rodea su vida en que el cariño tiene tanta importancia, provoca un vacío en su espíritu y la sensación de soledad, que no la abandonaría. “Está convencida que tendrá que recorrer sola el camino de la vida, sin apoyo moral y sin afecto”.

En 1906, cuando Teresa tenía 7 años, ocurrió el terremoto que devastó las ciudades de Valparaíso, Viña del Mar y alrededores, seguido de una fuerte tempestad y maremoto, ocasionando mayores daños aún. El recuerdo de esa noche, -que no le afectó anímicamente como a sus hermanas y demás familiares-, contado con claridad y sensibilidad, resultó ser, además, una aportación histórica.

A los 17 años, perdidamente enamorada y, contra la voluntad familiar, contrajo matrimonio, privadamente, con Gustavo Balmaceda Valdés. Pasada la euforia de la pasión amorosa, las diferencias en la pareja no tardaron en aparecer. Discusiones, desacuerdos, celos y maltratos físicos y psíquicos fueron la constante en la relación, de la que, 9 meses después, nació Elisa, la primera hija de la pareja. La tensa situación que vivían, motivó el traslado a Iquique, con el propósito de alejar a Teresa de los asedios amorosos e hipotéticos rivales y apartarla de la bohemia. Ella aceptó con la intima esperanza que la novedad del cambio, le traería nuevos estímulos para soportar la vida de pareja. Declara en su diario que “fue una época simpática y desgraciada”. Agradable porque le permitió llevar una vida cultural; dar conciertos, ir a la Filarmónica, al Teatro Municipal, visitar hospitales y, desdichada porque las disputas, celos y maltratos del marido se agravaron, a tal punto que Teresa tuvo que refugiarse con su hija, en casa de una amiga “su Hada”, donde nació Sylvia Luz, su segunda hija, a los 7 meses de gestación.
Ante la inminencia del quiebre matrimonial, Gustavo escribe a la familia de Teresa. En una decisión familiar, los Balmaceda y sus propios padres –Wilms-Montt- deciden su encierro en el Convento de la Preciosa Sangre de Santiago, con la acusación de posible adulterio y la imposibilidad de ver a sus hijas, las que fueron enviadas donde sus abuelos paternos.

En el claustro, conocieron su tragedia emocional, un primer intento de suicidio y su singular expresión: "...Es mi diario. Soy yo desconcertadamente desnuda, rebelde contra todo lo establecido, grande entre lo pequeño, pequeña ante lo infinito.../ Soy yo..." nos dice Teresa Wilms en "Paginas de mi Diario".

Luego de 8 meses, gracias al apoyo de Vicente Huidobro, sale subrepticiamente del Convento, para autoexiliarse en primera instancia en Buenos Aires.

La poeta, en sus veintiocho años de vida escribió varios libros, hoy inencontrables. Entre su obra podemos mencionar además de "Páginas de mi Diario": "Inquietudes Sentimentales" (1917); "En la Quietud del Mármol" (1918) y "Anuarí" (1918), con prólogo de Valle Inclán.

“Desconocida y subestimada Teresa Wilms, ha permanecido en la trastienda de un ominoso e injustificado olvido, en un país que luce con orgullo dos premios Nobel de Literatura –Ruth González Vergara –ensayista y poeta”.

Victoria Gonzáles Badani.
septiembre 2013.


Notas referenciales (entre comillas) pertenecen a Ruth González Vergara, del libro Teresa Wilms Montt – Obras Completas.