sábado, 5 de septiembre de 2015

Nicanor Parra y su "Gato en el camino"



Nicanor Parra (5 de septiembre de 1914)


1954 parece ser una fecha clave en la poesía chilena y de habla hispana en general; ese año se publicó  Poemas y antipoemas, de Nicanor Parra, cuya formulación literaria renovó la escritura poética vigente. En ese libro, Parra se oponía al tono grandilocuente y al  lirismo solemne que en aquellos momentos dominaba  -fundamentalmente la poesía de Neruda-,  proponiendo textos que bajaban al poeta de su lugar sagrado,  lejos de su función sacerdotal o de oráculo que la tradición le había otorgado. 

A través de sus poemas, Nicanor Parra echaba mano  “al lenguaje de la tribu”, al prosaísmo, a la coloquialidad, al decir de la calle. Así o revelan, entre otras cosas, sus metáforas tomadas de la cotidianeidad ; “Por aquel tiempo yo rehuía las escenas demasiado  misteriosas/ Como los enfermos del estómago evitan las  comidas pesadas”. A la vez, esta poesía sorprendía con la introducción de nuevos elementos tales como la narración de historias banales, la referencia a objetos domésticos, la autoironización, la burla…  Aquí no sólo se ponían en tela de juicio la herencia literaria y los modos poéticos en uso, sino que también la cultura universal que aún creía en el progreso y en la superioridad humana (“Porque, a mi modo de ver , el cielo se está cayendo a pedazos”). Así, en la antipoesía entró el hombre común y corriente con sus historias feas y brutales, inserto en un mundo absurdo que lo trae y lo lleva sin sentido. El eco de Poemas y antipoemas no sólo se midió por la transformación que produjo en la escritura contemporánea, sino también por su acogida entre los lectores: la primera edición se agotó a los pocos días.

Nicanor Parra nació en San Fabián de Alico en 1914. Fue profesor de Matemáticas y Física en la Universidad de Chile, y Premio Nacional de Literatura en 1969. Las conversaciones fueron realizadas entre diciembre de 1989 y abril de 1990, primero en su casa de Isla Negra –donde vive casi la mitad del año- y después en La Reina, en Santiago. En total fueron cinco largas sesiones –unas doce horas de grabación- de las que se extrajeron aquellos temas más desconocidos y reveladores: las nuevas propuestas de la antipoesía, la relación entre antipoesía  y la Física, algunas experiencias políticas y el estado en que se encuentra su actual producción (“investigaciones”, las llama Parra).

Tu primer texto público, por decirlo de alguna manera, fue el cuento “Gato en el camino”, que apareció justamente en la Revista Nueva…

Eso fue el año 35, cuando yo tenía 20 años. Jorge era el director de la revista y representaba al establecimiento,  la Academia Literaria del Internado, es decir, al superestablecimiento. Cuando él leyó el  cuento, simplemente se negó a publicarlo. Imagínate tú que el relato empezaba así: “Este era un gato. Una vez  se  perdió por unos caminos. Llevaba sus patitas embarradas. En el camino brillaban unas  cucharas de té revueltas con trompos”.

¿Lo encontraba absurdo?
Él decía “Esto no tiene sentido, es absurdo”, e incluso pensaba que yo me quería ir de la revista. Y Pedraza, entonces, me apoyó hasta el extremo que dijo “Bueno, si esto no se publica, yo retiro mis dibujos de la revista”. Fue muy notable su actitud, y muy importante para mí, porque Pedraza estaba considerado como un niño prodigio de su  tiempo. Tanto, que a los 14 años ilustró el libro de lectura oficial de la época. Y así, durante uno o dos meses, el proyecto se fue a las pailas. Hasta que un día apareció Carlos Oportus Durán, un inspector mayor que nosotros, que también me apoyó, porque no estaba totalmente “corrupto” por la Academia. Ahí Jorge tuvo que agachar la cabeza y accedió, a regañadientes, a publicarlo.

¿Fue muy leído, muy comentado?

Cuando apareció en la revista, todo el mundo lo comentaba en el  Internado; algunos estaban sorprendidos y hasta escandalizados. Yo era un inspector, es decir, se suponía que era un tipo que tenía un mínimo de estructura mental. Y resultaba que no era así, porque después de la lectura de este cuento pensaban que el autor era un  tipo, como te dijera yo, desquiciado, mucho peor que un alma en pena:  un pobre pelotas, no más. Mal que mal, un inspector tenía que ver ¡con el orden del establecimiento! Este cuento servía para provocar la risa y la burla de los lectores, no expensas de los personajes, como yo lo intentaba, sino del autor. Así de un día a otro pasé a ser un centro de gravedad, de cierta forma. A veces los alumnos del instituto me veían y decían “Mira, ahí va Parra, el del  “Gato en el camino”.

¿Había muchas opiniones sobre el contenido del cuento?

Ahí pasó que toda la atención se centró en ese cuento. Y el ensayo sesudo de Jorge Millas que apareció en ese número de la revista,  nadie lo leyó, porque ese tipo de literatura estaba en todas partes. En cambio, esto era un anticuento, un protocuento, un minicuento, pero  no tenía nada de cuento tradicional. Lo fundamental era que creían que yo no sólo no sabía redactar, sino que tampoco sabía percibir. La percepción de la realidad era insuficiente: el autor era un personaje anormal.

Solamente el título ya es llamativo…

Fíjate tú en la estructura del título: “Gato en el camino”. Ni siquiera “Un gato en el camino” ¿Qué es eso? Los gatos nunca se han conocido en relación con un camino, sino puertas adentro. Pero precisamente en esa distorsión, en ese enrarecimiento lingüístico y síquico, yo había elegido operar.

Extracto del libro "Conversaciones con la Poesía Chilena, Autor: Juan Andrés Piña.


RITOS

Cada vez que regreso
a mi país
            después de un viaje largo
lo primero que hago
es preguntar por los que se murieron:
todo hombre es un héroe
por el sencillo hecho de morir
y los héroes son nuestros maestros

y en segundo lugar
                                    por los heridos.

Sólo después
                                    no antes de cumplir
este pequeño rito funerario
me considero con derecho a la vida:
cierro los ojos para ver mejor
y canto con rencor
una canción de comienzos de siglo.

Nicanor Parra