Nada tengo, nada dejo, nada pido.
Desnuda como nací me voy,
tan ignorante de lo que en el mundo había.
Teresa Wilms Montt (1893-1921)
Entrar en su mundo, el mundo de su obra y vida, es incuestionablemente el
mismo. Un mundo que le fue adverso desde siempre, desde antes, como diría ella,
cuando en su infancia, con particular sensibilidad, teniéndolo todo, no tenía
nada, carecía hasta de lo más anhelado, a toda edad, pero especialmente en la
infancia, el cariño de sus padres. Es una niña solitaria e infeliz, que
irremediablemente tendría efectos en su vida futura.
María Teresa de las Mercedes – Teresa Wilms Montt - nació en Viña del Mar,
el 8 de septiembre de 1893. Murió en un Hospital de Paris el 24 de diciembre de
1921, la causa, sobredosis de somníferos y tranquilizantes. Tenía 28 años. Hija
de Federico Guillermo Wilms y Brieba, de origen alemán, magnate de buques y de
Luz Montt y Montt, de familia aristocrática y extraordinaria belleza. La vida
de Teresa transcurría entre el lujo y la opulencia. En esa estructura familiar-
social, fue educada por institutrices de origen europeo ( escandinavas,
francesas e inglesas) severas en su trato y profesores privados. Una de ellas,
antigua actriz francesa, le influyó considerablemente, en el amor por el bell
canto y el arte histriónico. De esta instrucción se colige, su hablar con
fluidez varios idiomas.
Teresa, la segunda de 7 hermanas, fue la predilecta de su padre, que la
llamaba Tereso, en ausencia del hijo varón que no tuvo. Pero ni esa
predilección permitió siquiera entender el alma de una hija que desde niña se
mostró deseosa e interesada en leer, estudiar y ya en su adolescencia, con
mucho más rebeldía, cuestionar el boato y las normas rígidas que se imponían y
su evidente desprecio por las reglas convencionales. En sus ansias por saber,
ante la prohibición explícita de sus progenitores, sacaba a hurtadillas los
libros para leerlos de noche, en la seguridad de su habitación.
En su Diario I, redactado en Francés - “Iniciación”- su primer diario de
vida, cronológicamente, plasma todos los aspectos de su niñez y adolescencia.
En él, describe el universo de su hábitat y su observación del mundo de los
adultos. El análisis que hace de sus progenitores e instructoras, trasunta
certeramente esa observación y su enorme capacidad e inteligencia. Teresa no
conoce las ternuras, su madre es rígida; sus miradas insaciables de caricias,
“se deslizan en la fisonomía materna, como la luz en una estatua”. El padre,
ingenuo y noble, sonríe con bondad, “pareciendo dejar siempre en su ternura
huellas de nieve”. “Demasiado absorto en las preocupaciones de la vida
material, no percibe con qué angustia presenta su hija, sus mejillas a sus
besos”.
La fría indiferencia que rodea su vida en que el cariño tiene tanta
importancia, provoca un vacío en su espíritu y la sensación de soledad, que no
la abandonaría. “Está convencida que tendrá que recorrer sola el camino de la vida,
sin apoyo moral y sin afecto”.
En 1906, cuando Teresa tenía 7 años, ocurrió el terremoto que devastó las
ciudades de Valparaíso, Viña del Mar y alrededores, seguido de una fuerte
tempestad y maremoto, ocasionando mayores daños aún. El recuerdo de esa noche,
-que no le afectó anímicamente como a sus hermanas y demás familiares-, contado
con claridad y sensibilidad, resultó ser, además, una aportación histórica.
A los 17 años, perdidamente enamorada y, contra la voluntad familiar,
contrajo matrimonio, privadamente, con Gustavo Balmaceda Valdés. Pasada la
euforia de la pasión amorosa, las diferencias en la pareja no tardaron en
aparecer. Discusiones, desacuerdos, celos y maltratos físicos y psíquicos
fueron la constante en la relación, de la que, 9 meses después, nació Elisa, la
primera hija de la pareja. La tensa situación que vivían, motivó el traslado a
Iquique, con el propósito de alejar a Teresa de los asedios amorosos e
hipotéticos rivales y apartarla de la bohemia. Ella aceptó con la intima esperanza
que la novedad del cambio, le traería nuevos estímulos para soportar la vida de
pareja. Declara en su diario que “fue una época simpática y desgraciada”.
Agradable porque le permitió llevar una vida cultural; dar conciertos, ir a la
Filarmónica, al Teatro Municipal, visitar hospitales y, desdichada porque las
disputas, celos y maltratos del marido se agravaron, a tal punto que Teresa
tuvo que refugiarse con su hija, en casa de una amiga “su Hada”, donde nació
Sylvia Luz, su segunda hija, a los 7 meses de gestación.
Ante la inminencia del quiebre matrimonial, Gustavo escribe a la familia de
Teresa. En una decisión familiar, los Balmaceda y sus propios padres
–Wilms-Montt- deciden su encierro en el Convento de la Preciosa Sangre de
Santiago, con la acusación de posible adulterio y la imposibilidad de ver a sus
hijas, las que fueron enviadas donde sus abuelos paternos.
En el claustro, conocieron su tragedia emocional, un primer intento de
suicidio y su singular expresión: "...Es mi diario. Soy yo desconcertadamente
desnuda, rebelde contra todo lo establecido, grande entre lo pequeño, pequeña
ante lo infinito.../ Soy yo..." nos dice Teresa Wilms en "Paginas de
mi Diario".
Luego de 8 meses, gracias al apoyo de Vicente Huidobro, sale
subrepticiamente del Convento, para autoexiliarse en primera instancia en
Buenos Aires.
La poeta, en sus veintiocho años de vida escribió varios libros, hoy
inencontrables. Entre su obra podemos mencionar además de "Páginas de mi
Diario": "Inquietudes Sentimentales" (1917); "En la Quietud
del Mármol" (1918) y "Anuarí" (1918), con prólogo de Valle
Inclán.
“Desconocida y subestimada Teresa Wilms, ha permanecido en la trastienda de
un ominoso e injustificado olvido, en un país que luce con orgullo dos premios
Nobel de Literatura –Ruth González Vergara –ensayista y poeta”.
Victoria Gonzáles Badani.
septiembre 2013.
Notas referenciales (entre comillas) pertenecen a Ruth González Vergara,
del libro Teresa Wilms Montt – Obras Completas.
3 comentarios:
Felicitar a Luisa García por la difusión de obras y autores que merecen nuestro reconocimiento.
Muchas gracias por su comentario.
Felicitaciones Luisa, por dar espacio a autores muchas veces desconocidos, injustamente, como el caso de Teresa.
Excelente texto.
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