Leve es la parte de la vida
que como dioses rescatan los poetas.
(Sevilla, 21 de septiembre de 1902 - Ciudad de
México 5 de noviembre de 1963)
Poeta español, una de las figuras fundamentales de la
Generación del 27. Su obra se inscribe dentro de una corriente que muchos han
calificado de neorromántica, pues la sensibilidad, melancolía y dolor que
destila su poesía se halla siempre dentro de unos límites de serena contención,
a la manera de G. A. Bécquer, pero con características matizadas por una aguda
actitud de la mente, rasgo esencial de la generación a la que perteneció.
Cernuda, que tras la contienda civil española conoció el
exilio del que jamás volvió, emprendió, bajo la influencia directa de la poesía
anglosajona, un período en el que su obra poética se hace autobiografía y
reflexión. Residente en Gran Bretaña, Estados Unidos y, por último, México,
publicó sucesivamente, entre otros libros, Las nubes (1940), Como
quien espera el alba (1947), Vivir sin estar viviendo (1949), Con
las horas contadas (1956) y Desolación de la Quimera (1962).
La obra del autor ha sido objeto de numerosos estudios en
muchos países. Tal vez quien más y mejor se haya aproximado a su sentido más
genuino y profundo sea el mexicano Octavio Paz, que en un breve ensayo dedicado
a su figura, escribe sobre el sentido de la palabra deseo en
los trabajos del poeta: "Con cierta pereza se tiende a ver en los poemas
de Cernuda meras variaciones de un viejo lugar común: la realidad acaba por
destruir al deseo, nuestra vida es una continua oscilación entre privación y
saciedad. A mí me parece que, además, dicen otra cosa, más cierta y terrible:
si el deseo es real, la realidad es irreal. El deseo vuelve real lo imaginario,
irreal la realidad".
Pero además de poeta, Cernuda fue también un excelente
prosista. Toda su obra recopilada tras su muerte por los estudiosos Derek
Harris y Luis Maristany, se puede encontrar en el volumen Prosa
completa (1975), en el que, entre otros títulos, aparecen Variaciones
sobre tema mexicano (1952), Ocnos (1942) y Estudios
sobre poesía española contemporánea (1953).
Fuente: www.biografiayvidas.com
DONDE HABITE EL OLVIDO
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus
insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los
siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel
terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el
tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a
imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a
frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un
recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo
mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
QUÉ RUIDO TAN TRISTE
Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos
cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos
obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto
bolsillo.
Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
cuando
ríen,
cuando aman, cuando besan,
cuando besan el
fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.
Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus
sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.
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