jueves, 5 de noviembre de 2015

Luis Cernuda



Leve es la parte de la vida
que como dioses rescatan los poetas.







(Sevilla,  21 de septiembre de 1902 - Ciudad de México 5 de noviembre de 1963) 

Poeta español, una de las figuras fundamentales de la Generación del 27. Su obra se inscribe dentro de una corriente que muchos han calificado de neorromántica, pues la sensibilidad, melancolía y dolor que destila su poesía se halla siempre dentro de unos límites de serena contención, a la manera de G. A. Bécquer, pero con características matizadas por una aguda actitud de la mente, rasgo esencial de la generación a la que perteneció.

Cernuda, que tras la contienda civil española conoció el exilio del que jamás volvió, emprendió, bajo la influencia directa de la poesía anglosajona, un período en el que su obra poética se hace autobiografía y reflexión. Residente en Gran Bretaña, Estados Unidos y, por último, México, publicó sucesivamente, entre otros libros, Las nubes (1940), Como quien espera el alba (1947), Vivir sin estar viviendo (1949), Con las horas contadas (1956) y Desolación de la Quimera (1962).

La obra del autor ha sido objeto de numerosos estudios en muchos países. Tal vez quien más y mejor se haya aproximado a su sentido más genuino y profundo sea el mexicano Octavio Paz, que en un breve ensayo dedicado a su figura, escribe sobre el sentido de la palabra deseo en los trabajos del poeta: "Con cierta pereza se tiende a ver en los poemas de Cernuda meras variaciones de un viejo lugar común: la realidad acaba por destruir al deseo, nuestra vida es una continua oscilación entre privación y saciedad. A mí me parece que, además, dicen otra cosa, más cierta y terrible: si el deseo es real, la realidad es irreal. El deseo vuelve real lo imaginario, irreal la realidad".

Pero además de poeta, Cernuda fue también un excelente prosista. Toda su obra recopilada tras su muerte por los estudiosos Derek Harris y Luis Maristany, se puede encontrar en el volumen Prosa completa (1975), en el que, entre otros títulos, aparecen Variaciones sobre tema mexicano (1952), Ocnos (1942) y Estudios sobre poesía española contemporánea (1953).

Fuente: www.biografiayvidas.com 



DONDE HABITE EL OLVIDO 



Donde habite el olvido, 

En los vastos jardines sin aurora; 

Donde yo sólo sea 

Memoria de una piedra sepultada entre ortigas 

Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. 



Donde mi nombre deje 

Al cuerpo que designa en brazos de los siglos, 

Donde el deseo no exista. 



En esa gran región donde el amor, ángel terrible, 

No esconda como acero 

En mi pecho su ala, 

Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. 



Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, 

Sometiendo a otra vida su vida, 

Sin más horizonte que otros ojos frente a frente. 



Donde penas y dichas no sean más que nombres, 

Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; 

Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, 

Disuelto en niebla, ausencia, 

Ausencia leve como carne de niño. 



Allá, allá lejos; 


Donde habite el olvido.


QUÉ RUIDO TAN TRISTE



Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman, 

parece como el viento que se mece en otoño 

sobre adolescentes mutilados, 

mientras las manos llueven, 

manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas, 

cataratas de manos que fueron un día 

flores en el jardín de un diminuto bolsillo. 



Las flores son arena y los niños son hojas, 

y su leve ruido es amable al oído 
cuando ríen,
cuando aman, cuando besan, 
cuando besan el fondo 

de un hombre joven y cansado 

porque antaño soñó mucho día y noche. 



Mas los niños no saben, 

ni tampoco las manos llueven como dicen; 

así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños, 

invoca los bolsillos que abandonan arena, 

arena de las flores, 

para que un día decoren su semblante de muerto.









No hay comentarios: