domingo, 19 de abril de 2009

POEMARIO DE CARLOS SAA






DE TESEO Y MINOTAURO

Si en algún momento la luz de su mirada
me rescató de la siniestra curva trazada por el hierro,
ahora, rechazado en los umbrales de su casa y de su huerto,
precipitado, retorno al espiral del sangriento Minotauro.
Yo, transformado en varonil Teseo, lo enfrento
con el coraje otorgado por el elixir de sus recuerdos.
Lucho con denodada fuerza y al ocaso logro al Toro vencerlo.

Mas la victoria es apenas un nuevo comienzo.
Mi espada yace solitaria en el ensangrentado suelo,
y con pavor compruebo que soy también el Toro yerto.
Movidos quizás por qué sortilegio, Teseo y Minotauro
renacemos para renovar la lucha que vuelve
a estremecer los solares de los muertos.

Por siglos se derrama la sangre de los contendientes,
sangre líquida y coágulo repetido en el ruedo de mi infierno.
Así, la simetría del duelo. Afuera brillan dos soles
preñando las rosas del firmamento;
adentro, apenas la argentina chispa del acero buscando,
fiera, suave vaina en mi pecho.

Desgarrando el cuello de la fiera cerceno mi garganta,
una y otra vez, por la eternidad de los días,
muriendo y renaciendo. En cada nacimiento, gozo
la alegría de re-ser guerrero. Mas, efímero el contento;
la infausta metamorfosis repite el odio en el toro
y en el hombre.

El regalo de la luz cae y pasa a ser mazmorra
de mi eterno infierno, donde ya no penetra
la claridad de mis dos perdidos luceros.
Retornamos a lid, y en esta eterna brega me asesino
con mi propia espada, pero nunca muero.


LA ETAIRA

Te encuentro en una butaca
oscura del cine Real.
Tropiezo con tu mano
y me aterra el pulso
que descifro entre tus garras.
Sé que eres etaira, huyo de tu vientre
o al menos lo intento.
Una daga surge de tu escote;
su filo me subyuga.
Me desnudo y te busco
con el hambre del celo
irracional.
Cuando abro tu puerta,
el rayo de plata
cae destrozando mi garganta.
En la pantalla,
una dulce melodía de amor
un niño canta.



BAILAN LOS ASESINOS

Bailan los asesinos sobre mi tierra.
Bailan y cantan obscenas menciones,
insultando la memoria de mis mayores.
¡Ay, de ellos!: desde la entraña pampera
emerge el grito aymará y mi raza
se abalanza con atigrada furia
sobre las cabezas que la degradan.
La añañuca viste la sangre
derramada por la cruz y la espada,
invasora del imperio de la eterna águila,
hoy hermanada con el cóndor
para desgarrar la putrefacta carne
de la infausta España.
¡Salgan de sus tumbas, ñañas!
salgan escupiendo fuegos desde las huacas;
purifiquen la pampa, incineren a los parias.



SÍSIFO PENDULAR

Inútil y tenebrosa espada
subiendo eterna para
eterna caer sobre mis huesos.
Destruye mis venas y tendones,
dejando alerta mis sufrimientos;
mi condena los recompone
y se reinicia el oscilar
del afilado péndulo.


DOMINGO

Hijo del silencio,
llegaste con tu voz de trino
para endulzar la de tus mayores,
avecilla de cristal transparentas
las imágenes del futuro.
No te pierdas niño en el laberinto
de las insinuantes sirenas
del materialismo y las adicciones.




SUEÑO EN HIROSHIMA

El pequeño Mishiva
soñaba con un sol
resplandeciente
sobre el cielo
de su casa
Entonces,
estalló la bomba.



ASI LA VEO

Cada mañana veo el despertar de mi paceña amada.
Sale de su sueño para alumbrar la telaraña dulce del día.

¡Hola, Negrito!, su boca exclama
Mientras estira su cuerpo en tensa liana.
Yo la beso en los labios, la nariz y la frente, eufórico de saludarla.

Ella es eterno aljibe para mi ansia receptora de mi simiente blanca
que en sus entrañas estalla, dulce culminación de mi deseo.

Del muñido lecho se levanta y camina por el departamento
despertando las paredes, cada rincón, la cocina, toda la casa.

El humeante café del albo tazón calienta su cuerpo
y se le ilumina la cara.
Cierra la puerta cuando al trabajo marcha,
quedo solo en el silencio de la sala, corro al dormitorio,
hago la cama, y huelo en las sábanas la fragancia,
que ella, mi amada, en su dormir dejara.
Y yo la veo caminar por las calles santiaguinas,
envidia de las mujeres, de los hombres admirada.
Sol y farol de tantas almas. Mas yo sé que a mi sólo me ama.

Así la veo, sangre en mi sangre, clara.





Carlos Eduardo Saa nació en Vallenar, en 1941. Es periodista-escritor. Escribió el primer poema, “Compañera soledad”, a los nueve años de edad. Es presidente del Centro Cultural Teresa Hamel Nieto, de Viña del Mar; secretario de la Agrupación de Poetas Itinerantes “Rubén Darío”, de Valparaíso, y colaborador eventual de la revista internacional “Cuadernos del Pensamiento Latinoamericano”, editada por la Universidad de Playa Ancha, Valparaíso.

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