jueves, 13 de noviembre de 2008

Para el centenario de Miguel Hernández en 2010

Miguel Hernández


Dentro de menos de catorce meses se iniciará el año del centenario del poeta Miguel Hernández, acontecimiento sobre el que me imagino que hay ya múltiples iniciativas en marcha por parte de las instituciones culturales de nuestras tierras y de nuestro país; a fin de cuentas, se trata de una figura esencial de la literatura española y universal y no dudo de la importancia que una conmemoración como un centenario debe plantear para la reflexión sobre su significado; también para la difusión y valoración de su obra.



A comienzos de marzo de 2010 se desarrollará en Valparaíso el V Congreso de la Lengua Española. Junto al tema central, "América en la lengua española", se homenajeará a un conjunto de escritores chilenos en nómina esencial abierta por Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Sobre estos dos, junto a la consideración de otros vivos como Gonzalo Rojas o Nicanor Parra, se prevé centrar una parte del evento en ediciones masivas de ejemplares de alguna obra de Mistral y Neruda, como se hiciera en los encuentros anteriores con el "Quijote" (Rosario, Argentina, 2004), o con "Cien años de soledad" (Cartagena de Indias, 2007).




Gabriela Mistral y Pablo Neruda son desde luego dos nombres mayores de la tradición literaria del español y parece evidente que su condición de chilenos, y su vinculación a la ciudad-puerto de Valparaíso, los convierte en centrales para el espacio conmemorativo que los congresos de la Lengua también han desarrollado: el español es esa rica y compleja variedad de escritores, que representan literariamente a más de cuatrocientos millones de hablantes. Todos celebramos las líneas principales de un congreso que servirá para reafirmar la unidad de la lengua en su diversidad y las diferentes culturas e historias que en ella se entrelazan determinando también sus variantes.



La reflexión que sigue tiene que ver con el otro aspecto conmemorativo de ese año que he señalado al principio, el centenario de Miguel Hernández, poeta mayor de la tradición literaria, al margen de esta condición de su temprana y desdichada muerte en marzo de 1942 en la cárcel de Alicante.



En 2004, cuando celebrábamos el centenario de Pablo Neruda, realizamos en la Universidad de Alicante un gran cantidad de actos (congreso, conciertos, recitales) dedicados al poeta chileno. Hubo uno particularmente emotivo en el que, a los escritores y profesores que celebraban un congreso, se unió medio millar de estudiantes: se llamó "Neruda y Hernández se encuentran en Tabarca".



El motivo de aquel encuentro simbólico era que Hernández intentó en 1935 llevar a Pablo Neruda y su hija Malva Marina para que pasasen unos días de descanso en aquella isla. Le escribió una carta en junio de 1935 para ello a Juan Guerrero Ruiz: "Mire: yo quiero llevar para agosto a Pablo Neruda a ver lo mejor de estas tierras (É) Quiero saber si podría residir en la isla de Tabarca (É) A él sé que le agradaría un lugar donde el mar no se encontrara con arenas al ir a la tierra, donde el agua tuviera más grandeza". En 2004 intentamos simbólicamente reconstruir aquel encuentro que no se produjo.



Pablo Neruda hubiera llevado a Valparaíso a Hernández en 1939. Hay toda una peripecia singular que tiene que ver con sus intentos de salvar al poeta en marzo de ese año a través de la embajada de Chile en Madrid. Hay también intentos posteriores cuando ya estaba encarcelado. Lo he contado otra vez en la reciente biografía ("Álbum Neruda", Madrid, Residencia de Estudiantes, 2007). Aquello no salió bien y Hernández fue a parar a una sucesión de cárceles hasta su muerte en 1942. Si hubiera resultado el intento, si Neruda hubiese conseguido liberarlo, no tengo duda de que, en septiembre de 1939, Hernández hubiese sido uno de los pasajeros que llegaron a Valparaíso en aquel mes en el "Winnipeg", el barco que armó Neruda para llevar a casi tres mil exilados españoles a Chile.



Claro que estas sugerencias del pasado no son historia, ya que fueron imposibles. Pero deben ser tenidas en cuenta por el alto valor simbólico que tienen. La lengua común se ha ido nutriendo también de este entramado de símbolos, legítimo por el carácter emocional que tienen. Creo que los organizadores del evento de Valparaíso deberían tenerlo en cuenta. Quizá la RAE, quizá el Instituto Cervantes, sin duda la Sociedad Estatal de Conmemoraciones que tendrá que celebrar en 2010 el centenario del poeta Miguel Hernández, deberían propiciar allí este encuentro simbólico.



José Carlos Rovira es catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Alicante.
http://www.diarioinformacion.com/secciones/noticia.jsp?pRef=2008111300_8_819337__Opinion-Para-centenario-deMiguel-Hernandez-2010


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