miércoles, 17 de septiembre de 2008

Montepío Nacional


La premiación de Efraín Barquero -acaso el más inofensivo de los postulantes- dejó conforme al medio. Sin embargo, la nueva entrega del Nacional de Literatura volvió a delatar los vicios de un galardón que -cada vez más- huele a pensión para jubilados.



Hernán Díaz Arrieta, Alone, acuñó algunos consejos prácticos para los postulantes al Premio Nacional de Literatura. A saber:


  1. "El buen o mal estado de la fortuna, lo mismo que la salud o la enfermedad de un candidato, influyen de un modo poderoso en la apreciación de sus méritos intelectuales".
  2. "El valor, la honradez, una conducta intachable, cierta bondad general, inofensiva, amar ostensiblemente a su madre y haberse sacrificado por la libertad pública en alguna ocasión, constituyen elementos poderosos que no deben descuidarse".
  3. "Fatigados de ver cada año la misma lista de aspirantes, y en ella, invariablemente a uno más viejo y atrasado que todos, los árbitros se consideran comprometidos, casi culpables, y, para liberarse, le dan, por fin, el premio. "Conviene, pues, hacerse incluir temprano en la lista de candidaturas: la antigüedad, aquí, como en los puestos públicos, funciona".
  4. "No puede hacerse nada sin clan, sin grupo, sin escuela o círculo de simpatizantes, que recibirán , de reflejo, una parte de los beneficios. El que desee triunfar, en política como en literatura, debe empezar por eso: es el núcleo del huevo futuro".


Alone publicó estas notas en abril de 1946. O sea, hace más de 60 años. Pero siguen igual de vigentes. O más.

El Premio Nacional de Literatura (entregado el 26 de agosto) pareció conformar a todos. Después de meses de especulaciones, titulares de diarios, mails colectivos y campañas de recolección de firmas, el nombre de Efraín Barquero no generó polémicas. Los candidatos derrotados guardan sus armas y sus pancartas para la próxima. Las críticas al sistema, entonces, regresarán en dos años más. Pero tras esta aparente calma, queda al menos un puñado de lecciones.

El lobby

Las presiones al jurado -las invitaciones a comer, los llamados telefónicos- están desde los inicios del premio. Pero el sistema actual las institucionaliza: obliga a los candidatos o a sus amigos a recolectar firmas y montar verdaderas campañas políticas o de asistencia social. El mismo Barquero decía que no pensaba en el premio, pero en cada entrevista que dio antes de la entrega se lamentaba: "Chile me cerró las puertas", "en Chile no tenía ni previsión médica".

El sistema

Desde 1942 hasta 1972 los escritores chilenos no necesitaron postular al premio. Ni Pablo Neruda ni Manuel Rojas ni Nicanor Parra tuvieron que enviar currículo y, menos, llenar formularios de postulación. Bastaba con la autoridad de su obra. Pero a partir de 1974 la ley exige carta y CV dirigidos al ministro de turno. El que no entra al juego, no existe. La práctica- ha llevado a que los candidatos presenten auténticos dossiers, con todo tipo de referencias y críticas. Un jurado calificado no requiere que le presenten quienes son los autores que merecen el premio.

El jurado

Desde fines de la dictadura, el jurado lo integran el Ministro de Educación, el Rector de la Universidad de Chile, un representante del Consejo de Rectores, un miembro de la Academia Chilena de la Lengua y el último ganador. Es decir, un escritor neto entre los cinco miembros. Ello no sería problema si el ministro o los rectores -como solía ocurrir hasta los 60- delegaran en personas informadas: una asistente social-como la actual ministra, Mónica Jiménez-, un ingeniero -como el rector de la U- o un doctor en historia eclesiástica -como el rector de la Universidad Católica del Norte- no parecen los más idóneos para discernir el galardón. Es como dejar en manos de la Sech el Premio Nacional de Deportes. O pasarle el Premio de Arquitectura al sindicato de gásfiters. Más aún cuando los ministros no se toman la molestia de leer a los postulantes. Ocurrió en 2000: para fundamentar su voto por Raúl Zurita, la ministra Mariana Aylwin afirmó que el poeta lo merecía por haber "dictado talleres para jóvenes". Miguel Arteche, jurado disidente, montó en cólera y se negó a firmar el acta. Ello, en definitiva, se traduce en premiaciones oficialistas.

La institucionalidad

Cuando los premios quedan en manos de burócratas, tienden a caer en artistas oficialistas o inofensivos. Están los premiados de la era Pinochet para corroborarlo: Sady Zañartu, Aldunate Phillips, Rodolfo Oroz y Enrique Campos Menéndez. O más recientemente Volodia Teitelboim: un viudo del realismo socialista, premiado como un "gesto histórico" al PC. Barquero tampoco escapa: es un poeta con trayectoria, pero pasado de moda, el menos arriesgado de los candidatos. Un poeta bonachón, sin pólvora, comunista con alma campesina, que no genera discordia. Los burocratas pueden dormir tranquilos.

La bianualidad y los géneros

Chile es el único país que entrega su Premio Nacional cada dos años y lo alterna entre prosa y poesía. Ni el Cervantes ni el Nobel funcionan así. De esta forma, los postulantes de este año deberán esperar hasta las próximas olimpíadas, el 2012, para opta nuevamente, porque la próxima entrega les tocaría a los narradores. Con esta mecánica, el premio se vuelve una pensión para jubilados: aunque hubiera vivido 20 años más, Bolaño -el narrador más trascendente de la última década y nada cortesano- también habría quedado fuera.


Andrés Gómez Bravo- La Tercera Cultura








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