jueves, 21 de octubre de 2010

El sueño del celta - Mario Vargas Llosa - Premio Nobel de Literatura




Mario Vargas Llosa - Premio Nobel de Literatura 2010

-Su nueva novela, “El sueño del celta”, que aparece el 3 de noviembre (se podría adelantar su publicación), abre con esta cita de José Enrique Rodó: “Un hombre es muchos hombres”.

-Nada encarna mejor al ser humano que esa cita. Me identifico plenamente. Somos muchos y la literatura existe para que podamos ser otros, vivir otras vidas. No somos los mismos en la intimidad, en público, en el amor...

-Basa la novela en la vida de Roger Casement, el irlandés que denunció el horror del Congo...

-Por ejemplo, el uso del chicote, arma para golpear que por primera vez se usa en el Congo. Ya existían los látigos pero el chicote se hacía con la piel del hipopótamo, que desgarra mejor.

-¿Cómo le descubrió?

-Leyendo una biografía de Joseph Conrad, que lo conoció y le abrió los ojos sobre las atrocidades belgas en el Congo. Luego descubrí que había estado en el Perú, denunciando los abusos contra los indios. He usado sus cartas, sus diarios, he viajado, he visto a su familia... Es uno de los primeros europeos que desmonta la visión mítica de que el colonialismo lleva el progreso al mundo bárbaro, cosa que también creían Karl Marx y los progresistas, no solamente los capitalistas. Casement descubre que la verdadera barbarie es el colonialismo, por la impunidad con que opera y sus denuncias son de las primeras que hay.

-Es un libro con intensas escenas homosexuales, ¿no?

-Su vida sexual es condenada por la moral de la época. A Casement no le han reconocido nada, es un personaje trágico, para algunos un traidor, para otros un degenerado. Yo lo reivindico como pionero de los derechos humanos. No vivió una duplicidad sino varias. Creo que las hazañas sexuales que cuenta en los diarios no las vivió realmente, que fantaseó bastante. Pero eso le provocaba una tensión terrible, ser homosexual te llevaba entonces a la cárcel, eran años de moral victoriana, y él tenía un cargo público que utilizaba para denunciar el sistema. Su drama es la soledad.

-¿Ha sido un reto describir esas escenas de sexo?

-Casement era una persona educada y respetuosa de las formas, fina, pero a la hora de escribir volcaba en sus textos una enorme suciedad, son diarios pestilentes, no hubiera sido posible reproducirlos.

-¿Y ese descenso al horror le ha afectado?

-He vivido momentos terribles, como mi viaje al Congo. Descubrí que ese país vive hoy el horror del mismo modo que en aquella época. Las violaciones se siguen produciendo masivamente en los últimos meses, a manos de bandas que se apoderan de pueblos y compiten en violar a mujeres, es monstruoso, simboliza el horror del que nunca salió el Congo. Es uno de los países más desgraciados de la Tierra. La vida es ahí precaria y bárbara, pero todo eso viene de la colonización.

-¿Quién iba a decir que le fascinaría un héroe nacionalista?

-Sigo siendo antinacionalista. Pero sí creo que, en una fase de su trayectoria, el nacionalismo tiene una cierta justificación, cuando se trata de defender la supervivencia de una comunidad a la que el colonialismo está deshaciendo y destruyendo. Ahí adquiere una valencia justiciera, tiene que ver con la libertad.

-Otro tema que trata es la manipulación de la historia...

-Cómo se escribe la historia, que es una bola de nieve que se parece mucho a la ficción, cuando no debería. Mire, yo he sido político y sé que necesitaba conquistar cada vez más votantes, seducir y realmente resulta muy difícil para un político no mentir, porque hay elementos de la verdad que generan rechazo. Cuando fui político, me propuse no mentir. Y lo cumplí, lo que hacía, en determinados casos, era callar la verdad, pero no mentir.

-¿Ha sentido alguna vez el bloqueo creativo?

-Jamás, trabajo mucho y cuando no trabajo siento un vacío, un gran trastorno, una especie de descomposición, de desorganización de la vida. Lo que me da equilibrio es mantener la rutina de trabajo. Nunca dejo de trabajar, ni siquiera en vacaciones. Discrepo con el cristianismo: el trabajo no es una maldición. Voy a escribir hasta el fin de mis días.


Fragmento de entrevista publicada en el Diaro La Nación


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