martes, 12 de enero de 2010

La fascinación de Occidente por las listas según Umberto Eco


La Princesa Nefertiabet con la lista de los alimentos
de su comida (2590-2565 a C.)


La fiebre de las listas es un fenómeno que alcanza su clímax al final de cada año. "Hora de balances" es la invocación a este ritual inevitable. Lo mejor, lo peor y lo que no alcanzó ni a ser. ¿Por qué nos fascinan las listas? ¿Por qué las leemos aunque públicamente digamos que nos tienen hartos? ¿Por qué nos dejamos influenciar por ellas aceptándolas o contrariándolas, a veces de manera inconsciente?


A mediados de los noventa, el escritor inglés Nick Hornby alcanzó el éxito internacional con una novela, "Alta fidelidad" (1995), protagonizada por el treintañero Rob Fleming, dueño de una tienda de vinilos para coleccionistas en Londres. Rob hace listas de todo. Desde "los cinco mejores temas de un single, solamente la primera cara, de todos los tiempos" hasta sus "cinco rupturas amorosas más memorables" por orden cronológico. Los clásicos top five del pop.

Ocho año más tarde, Alberto Fuguet organizó sus recuerdos (en estricto rigor, los del sismólogo Beltrán Soler) en torno a las cincuenta películas que marcaron su vida durante la infancia en Encino (California) y la adolescencia en Santiago: "Aeropuerto 77", "Willy Wonka y la fábrica de chocolates", "Tiburón", "Encuentros cercanos del tercer tipo"... La novela se tituló, desde luego, "Las películas de mi vida" (2003).

No fue el primer chileno en escribir un libro a partir de una lista. Otro autor, muy distinto a Fuguet, el poeta profesional Carlos Préndez Saldías (1892-1963), bohemio de capa y sombrero alón, causó un pequeño escándalo en 1947 cuando publicó sus memorias galantes, las que tituló, provocativamente:"27 mujeres en mi vida". El éxito (agotó la primera edición en dos meses) lo decidió a publicar, siete años después, un segundo volumen, no menos hiperbólico: "Otras mujeres en mi vida". En el prólogo de este libro se defiende de los ataques que recibió de parte de los guardianes de la moral pública. "Sólo hice mías a las mujeres que habían nacido para mí", declara con modestia.

De Bosch a Warhol

En noviembre de este año, el Louvre le pidió a Umberto Eco dirigir una serie de conferencias, exposiciones, lecturas públicas y conciertos sobre un tema de su elección. El semiólogo propuso el de la lista, elemento que se repite en sus novelas, y cuyos orígenes se remontan, en su caso, a lecturas juveniles de textos medievales y novelas de James Joyce. De ese encargo museológico nació "El vértigo de las listas", escrito por Eco con el apoyo -al parecer, sobre todo iconográfico- de un equipo de expertos. El libro es una apasionante lista de listas, organizada en capítulos, que incluye una amplia antología de textos y magníficas reproducciones de obras de arte, colecciones, los bizarros Wunderkammern (gabinetes de maravillas o curiosidades), tesoros, exvotos y relicarios de todos los tiempos.

Eco identifica en la "Ilíada", de Homero, el primer registro de un modo de representación artística que el autor emplea cuando no conoce los límites de lo que quiere representar. En el caso del aedo griego, pretende dar una idea de la inmensidad del ejército aqueo. Como no puede determinar el número exacto de combatientes, se limita a nombrar solamente a los capitanes y las naves. El esfuerzo le toma nada menos que 350 versos. La lista, elenco o catálogo, como llama el semiólogo italiano a esta modalidad artística, es un conjunto abierto, en fuga; sugiere el infinito y su cifra es la palabra etcétera. Está presente en la literatura desde Hesíodo hasta Italo Calvino, y en las artes visuales se puede rastrear en el inconmensurable jardín de las delicias de Hieronymus Bosch, las recargadas galerías de Giovanni Paolo Pannini (cuadros sobre cuadros) y las latas seriales de Andy Warhol.

En "El vértigo de las listas", Eco asocia la enumeración con lo indecible: algo inmensamente grande o desconocido, ya sean cosas, lugares o seres (el número y los nombres de todos los ángeles y diablos, por ejemplo). Existe también la imposibilidad de dar una definición de la esencia de una cosa, lo que conduce a una larga enumeración de sus propiedades, que puede ser encomiástica o peyorativa, como la mujer amada en el "Cantar de los cantares" ("Miel destilan tus labios, oh esposa") o como la musa de Robert Burton en "Amar a una mujer fea" ("cejas como antenas de cucaracha,/ barbilla de bruja").

Maestro en el placer del exceso es Rabelais con sus interminables enumeraciones: listas tan insólitas como las formas de limpiarse el trasero, los modos de masacrar a los enemigos o todos los juegos que conocía Gargantúa.

"El vértigo de las listas" distingue, sin embargo, entre el exceso coherente, en el que se pueden advertir relaciones y cierto método o sistema (Döblin, Pynchon, Lautréamont, Perec, Barthes y el propio Eco) y la enumeración caótica, que representa lo absolutamente heterogéneo. Entre los autores que han cultivado esta última forma, el estudioso italiano incluye a Rimbaud ("El barco ebrio"), Jacques Prévert ("Cortejo", "La trilladora"...), Pablo Neruda ("Oda a Federico García Lorca"), André Breton ("Mi mujer") y el ejemplo por excelencia de lista incongruente: el catálogo de los animales de la enciclopedia china inventada por Borges en su libro "Otras inquisiciones", recogido luego por Michel Foucault en "Las palabras y las cosas". Extravagante clasificación de animales en catorce categorías: (1) pertenecientes al emperador, (2) embalsamados, (3) amaestrados, (4) lechones, (5) sirenas, (6) fabulosos, (7) perros sueltos... Tres categorías son las más problemáticas desde el punto de vista lógico: la (8), incluidos en esta clasificación; la (10), innumerables, y la (12), etcétera.

Si Borges en "El idioma analítico de John Wilkins" conduce al lector al borde del abismo, en "La Biblioteca de Babel" lo empuja al "vértigo de las listas" propiamente tal: un lugar que contiene infinitos volúmenes en una sucesión ilimitada de galerías hexagonales. Meta frecuente de la literatura contemporánea, que suele confeccionar listas reales a partir de un número limitado de posibilidades combinatorias, o, como bien apunta Eco, trata de "inducir a los lectores a sacarlas". Algo que ya han hecho Raymond Queneau, en "Cent mille milliards de poèmes" -libro objeto que permite combinar de manera distinta los 14 versos de un soneto-, y Julio Cortázar, en "Rayuela".

Un punto de vista intencionadamente literario también permite leer una lista práctica como si fuera poética (ejercicio de ready made que en Chile ha practicado Claudio Bertoni, entre otros). Tal es el caso, según Eco, de los diccionarios, enciclopedias, los catálogos de las grandes bibliotecas y las librerías de viejo; la inacabable relación de los tratados (casi todos perdidos) de Teofrasto que hace Diógenes Laercio; la biblioteca (de obras inexistentes) de la abadía de Saint Victor, descrita por Rabelais, o el escrutinio de libros que realizan el cura y el barbero en "El Quijote".

Bajo esta perspectiva, la literatura sería una lista que se parece más a la enumeración caótica de animales imaginada por Borges que a un conjunto normal. Un conjunto ilógico, incongruente e infinito, una lista no normal, paradójica, que se contiene a sí misma.


Fuente: Revista Artes  y Letras


5 comentarios:

Eva Magallanes dijo...

Luisa muy buen artículo, hace rato que no leo el Artes y Letras así que estuvo bien bueno venir a visitarte y encontrarme con esto. Divertido porque acabo de "listar un top ten de cosas que no me puedo sacar de la cabeza" a propósito de un regalito que me llegó de otro blog... la verdad que uno siempre tiene prejuicios y no me hubiese imaginado que fuese un método literariamente válido y más: literatura en sí.

Un abrazote!

Luisa García dijo...

Hola Eva! al menos te ahorré hojear el diario.

Es cierto, es inherente al ser humano y está cada vez más de moda listar: los mil y un libros que hay que leer antes de morir, las mil y una películas que ver, los 10libros más vendidos... y la lista sigue.

Vi que te enviaron una distinción al blog, te refieres a eso?

Uno de estos días copiaré algo de tus clases magistrales para traerla a Tinta Verde. Te avisaré cuando "perpetre" el traslado. Un abrazote!

Francisco dijo...

Es bien cierto lo de las listas. Podría decirse: ¡Fuera el caos! ¡Alinéense, Ar! Los militares lo descubrieron hace siglos, y hacían listas virtuales, que son los hombres en formación: contables, pasando lista. Y la verdad es que son un espectáculo, marcando el paso. Muy lejos del desorden humano en las salidas de los estadios deportivos, por ejemplo, chorros y chorros de gente que forman como un magma indiferenciado, con el que no se puede trabajar, que lo arrollan todo.

Por lo tanto, siguiendo esa enseñanza militar, toquemos la trompeta, hagamos las listas y pongamos orden en el caos. ¿Qué son sino las agendas personales? Tal día a tal hora, tal cosa. ¿Qué son las listas para ir al supermecado? Establecimiento económico de necesidades alimentarias. Pero, ojo, ojo, ojo, al final caemos en hacer listas de las listas a controlar o levantar. Entonces es cuanto nos vemos sepultados por listas interminables que nos agobian, demasiada trigo para tan pocos brazos, y resolvemos el tema a la manera gordiana: se rompen todas y a la papelera, hasta que volvemos a empezar.

Perdona este divertimento. Tú me has dado pie, Luisa, con el ameno artículo.

¿cómo decís? ¿un besote? pues eso.

Luisa García dijo...

Hola Francisco. Estos días he estado preparando un importante documento para la red Comuniquémonos razón por la cual no había contestado tu comentario.

De alguna forma debemos organizarnos los humanos, no te parece, ahora mismo anoto en mi agenda los cumpleaños del año, la memoria es frágil. Listas y seres humanos a fin de cuentas son como una misma "cosa"... la memoria de papel aparte de la memoria de la computadora, asi cada día uno memoriza menos, ni hablar de la agenda del teléfono celular, si se pierde quedas totalmente en blanco. Un abrazo.

Emilia dijo...

Hola luisa, estoy en 6to y mi profesor nos leyo "amar a una mujer fea" de Rober Burton , me gusto mucho la compocision de palabras que el utiliza para relatar a esta tal mujer,pero no tengo el libro en donde esta esa escritura, queria saber si la tienes y si la podrias escribir en tu blog. desde ya Muchas gracias!